TIEMPO EN ALTO PARANÁ

Estadísticas del Brasil evidencian vergonzosa complicidad de antinarcóticos con traficantes

Las fuerzas de seguridad brasileñas ya destruyeron más de 34 toneladas de drogas en lo que va del 2025. A diario aprehenden importantes cantidades de estupefacientes.

Mientras las fuerzas de seguridad del Brasil exhiben cifras contundentes en la lucha contra el narcotráfico y a diario decomisan drogas, sus pares del lado paraguayo, principalmente en Alto Paraná, siguen atrapadas en operativos insignificantes, investigaciones sin resultados y escándalos de corrupción. En lo que va del año, la Policía Federal y el Ejército brasileño ya destruyeron más de 34 toneladas de drogas en Foz de Yguazú y otras zonas de la Triple Frontera, mediante unos cinco grandes operativos. Solo el pasado 30 de abril, en dos acciones paralelas, incautaron casi media tonelada de estupefacientes escondidos en las márgenes del río Paraná y destruyeron otras ocho toneladas de droga incautada en diversos procedimientos anteriores. Ayer nuevamente decomisaron 11 kilos de “capullo” (un tipo de marihuana), abandonados a orillas del Paraná, en Foz.

El 95% de la droga aprehendida en Brasil proviene del Paraguay, lo que deja al descubierto una realidad vergonzosa y alarmante: el narcotráfico fluye con total libertad desde territorio paraguayo, amparado por una connivencia estructural entre criminales y las autoridades encargadas de combatir el crimen organizado.

En Paraguay, lejos de golpear estructuras del narcotráfico, la Policía Antinarcóticos y la Secretaría Nacional Antidrogas (SENAD) se limitan a detener microtraficantes de bajo perfil. Mientras en Brasil se realizan operativos de gran envergadura y se destruyen toneladas de droga, en Paraguay los “logros” consisten en la incautación de gramos de marihuana o pasta base, como el reciente procedimiento en Ciudad del Este, donde fueron detenidos dos hombres con apenas 724 gramos de marihuana y 205 gramos de cocaína, pero fueron presentados como “grandes proveedores de drogas al microtráfico”.

ANTINARCÓTICOS DE LA POLICÍA

Más grave aún, la oficina regional de la Policía Antinarcóticos fue recientemente desmantelada tras denuncias de que agentes participaron en una “mexicaneada” de drogas. En enero de este año, tres efectivos policiales fueron separados del cargo por supuestamente exigir un millón de dólares a cambio de liberar un cargamento de 430 kilos de cocaína, incautado en noviembre pasado en Alto Paraná. Los involucrados, el comisario Éver Núñez (ex jefe regional), la oficial Dulce Bogarín y un suboficial, fueron supuestamente puestos a disposición de Asuntos Internos, instancia que normalmente usan en la institución para enfriar los hechos de corrupción que saltan a la luz pública. Es así que la investigación prácticamente ha desaparecido de la agenda pública, sin consecuencias reales.

SENAD: MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES

No mejor es el panorama en la SENAD, cuya oficina regional en Alto Paraná también se ha convertido en sinónimo de inoperancia. Sus operativos se centran casi exclusivamente en zonas urbanas, contra vendedores de menudeo. No se conoce ningún golpe real a estructuras logísticas, financieras ni territoriales del narcotráfico. Tampoco existen evidencias de tareas de inteligencia efectivas. Las acciones más frecuentes son la quema de cultivos de marihuana, donde por “tradición” nunca hay detenidos.

Mientras tanto, las fuerzas de seguridad brasileñas se encargan de hacer todo el trabajo, no solo en cuanto a incautaciones, sino también en el patrullaje de las zonas ribereñas del río Paraná y el lago Itaipu, funciones que deberían ser responsabilidad paraguaya. A diario, la Receita Federal incauta droga en la aduana del Puente de la Amistad, lado brasileño. Del lado paraguayo, en contraste, reina el silencio y la omisión.

Voceros de Antinarcóticos y la SENAD suelen justificar su inacción con la frase “estamos haciendo un trabajo silencioso”. Sin embargo, ese silencio ha sido cómplice y prolongado, y los resultados son nulos. Según fuentes confiables, agentes reciben pagos regulares de narcotraficantes para no intervenir, operando como guardianes de facto del negocio, mientras el flagelo del narcotráfico sigue expandiéndose en la región.

Los datos son irrefutables: el narcotráfico crece sin control desde Paraguay hacia el Brasil, que ya no puede contener por sí solo el flujo masivo de drogas. Esta asimetría en el combate al crimen organizado solo puede explicarse por una palabra: complicidad. Y mientras esa estructura no sea desmantelada desde dentro, Paraguay seguirá siendo el paraíso de los narcos.

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