TIEMPO EN ALTO PARANÁ

Hambre Cero: Un programa que debe fortalecerse y transparentarse

El inicio del programa Hambre Cero en las Escuelas ha marcado un hito en la educación paraguaya, evidenciando la enorme importancia de garantizar una adecuada alimentación a los escolares del país. Esta iniciativa emblemática del Gobierno busca erradicar la desnutrición infantil y mejorar el rendimiento académico de los estudiantes, asegurando que cada niño reciba los nutrientes necesarios para su desarrollo físico e intelectual. Con su despliegue en todo el territorio nacional, más de un millón de niños ahora tienen acceso a una alimentación digna en sus instituciones educativas, lo que representa un avance incuestionable en la lucha contra la desigualdad.

Los datos oficiales son contundentes: en la primera semana de implementación se distribuyeron aproximadamente 4.9 millones de almuerzos y, sumando los desayunos y meriendas, la cifra asciende a 9 millones de raciones servidas. Este esfuerzo sin precedentes refleja el impacto positivo de la política pública, que por primera vez aborda de manera integral el problema del hambre en las aulas. Sin embargo, más allá de las cifras, el verdadero logro es haber cambiado la realidad de miles de niños que, en el pasado, acudían a la escuela con el estómago vacío y sin la energía suficiente para aprender.

Es indudable que Hambre Cero en las Escuelas representa un paso fundamental hacia un Paraguay más equitativo, y por ello debe ser respaldado por toda la sociedad. Garantizar la alimentación escolar no solo es una cuestión de justicia social, sino una inversión en el futuro del país, pues niños bien alimentados tienen mayores posibilidades de desarrollarse plenamente y convertirse en ciudadanos productivos.

No obstante, como toda iniciativa de gran alcance, el programa no ha estado exento de dificultades. En algunas regiones se han reportado irregularidades y denuncias sobre deficiencias en la ejecución, lo que exige un control más riguroso y una administración transparente de los recursos. Es fundamental que las autoridades corrijan los errores, sancionen a los responsables de cualquier acto de corrupción y refuercen los mecanismos de supervisión para garantizar que cada ración de comida llegue en óptimas condiciones a los beneficiarios.

Sería un grave error descalificar un programa tan necesario por las fallas puntuales que puedan presentarse en su implementación. En lugar de ello, es imperativo mejorarlo, fortalecerlo y blindarlo contra cualquier intento de manipulación o desvío de recursos. Hambre Cero no puede convertirse en una herramienta de clientelismo político ni en un pretexto para el lucro de sectores inescrupulosos.

El éxito del programa dependerá de la voluntad y el compromiso de todos: Gobierno, comunidades educativas, sociedad civil y organismos de control. Más allá de colores políticos o intereses particulares, lo que está en juego es el bienestar de la niñez paraguaya, y ninguna irregularidad puede ser excusa para frenar un proyecto de semejante impacto.

Si se mantiene y se perfecciona Hambre Cero en las Escuelas, será recordado como uno de los mayores avances sociales del Paraguay. Depende de todos que este esfuerzo no quede en una simple promesa, sino que se consolide como una política de Estado que garantice el derecho a la alimentación de los niños y niñas del país.

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