Una vez más, un temporal breve pero intenso dejó al descubierto la fragilidad del sistema eléctrico de la Administración Nacional de Electricidad (ANDE). Con apenas unas horas de vientos fuertes y lluvias, 42 alimentadores quedaron fuera de servicio en Alto Paraná, afectando a miles de usuarios en Presidente Franco, Minga Guazú, Ciudad del Este y Hernandarias.
Este escenario se repite con alarmante frecuencia. Cada tormenta o ráfaga de viento es suficiente para dejar a amplios sectores sin energía eléctrica, con todas las consecuencias que esto implica: interrupción de actividades comerciales, daños en electrodomésticos, inseguridad y el sufrimiento de la ciudadanía que, impotente, se ve obligada a esperar la lenta reposición del servicio. La respuesta de la ANDE, si bien es destacable en cuanto al esfuerzo de sus cuadrillas de emergencia, no puede seguir siendo solamente reactiva. Es urgente que la institución encare una modernización integral de su infraestructura.
El sistema de distribución de la ANDE sigue dependiendo de un cableado aéreo obsoleto y vulnerable, expuesto a la caída de ramas y árboles con cada tormenta. En cualquier país con una planificación seria en materia energética, el cableado subterráneo ya es una realidad en las zonas más críticas. Sin embargo, en Paraguay, esta opción sigue postergada por cuestiones presupuestarias y falta de voluntad política.
El ingeniero Juan Rozzano, de la región Este de la ANDE, destacó la magnitud del daño sufrido y el arduo trabajo realizado para la normalización del servicio. Sin embargo, la pregunta sigue en el aire: ¿hasta cuándo los usuarios deberán soportar esta precariedad? La inversión en un sistema eléctrico moderno y resiliente no es un lujo, sino una necesidad impostergable. No se puede seguir remendando un esquema deficiente, que con cada temporal vuelve a colapsar.
El Gobierno y la ANDE deben asumir el desafío de modernizar la red eléctrica, priorizando la instalación de cableado subterráneo en las zonas urbanas de alta densidad. Si se quiere hablar de desarrollo y eficiencia energética, es fundamental apostar por soluciones estructurales y no limitarse a la eterna improvisación. La ciudadanía ya no puede seguir siendo víctima de un sistema eléctrico que se cae con cada viento fuerte.