TIEMPO EN ALTO PARANÁ

Elevada pobreza juvenil condena al país al fracaso

Paraguay enfrenta un problema estructural que amenaza su desarrollo a largo plazo: la pobreza juvenil. De acuerdo con un reciente estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el país se encuentra entre los de mayor índice de pobreza entre los jóvenes del Cono Sur, con una de cada cuatro personas de entre 15 y 19 años en situación de pobreza. Esta realidad no solo es alarmante, sino que también refleja la falta de oportunidades y políticas efectivas para revertir un fenómeno que compromete el futuro de la nación.

El informe “Juventud desigual: Un reto para el desarrollo del Cono Sur” revela que la pobreza afecta con mayor crudeza a los jóvenes en comparación con los adultos, y que Paraguay es uno de los países donde más ha aumentado la población de jóvenes que ni estudian ni trabajan en la última década. Mientras en países como Argentina, Chile y Uruguay se observa una reducción de este grupo, en Paraguay la tendencia es inversa. La falta de acceso a educación de calidad y empleos dignos perpetúa un círculo vicioso de exclusión y vulnerabilidad.

Un dato particularmente grave es que ocho de cada diez trabajadores jóvenes en Paraguay tienen empleos informales, lo que implica bajos ingresos, ausencia de seguridad social y escasas oportunidades de crecimiento. Además, el estudio del BID señala que la falta de habilidades socioemocionales en el ámbito laboral es una de las principales razones de despidos y alta rotación en las empresas paraguayas. Esto es un reflejo de las deficiencias del sistema educativo, que no solo debe proporcionar conocimientos técnicos, sino también preparar a los jóvenes para desenvolverse en un mundo laboral cada vez más exigente.

El problema de los jóvenes NiNis (que no estudian ni trabajan) y, peor aún, de los NiNiNis (que tampoco buscan empleo), no es solo una estadística más, sino una advertencia sobre el presente y futuro del país. En Paraguay, el 17% de los jóvenes se encuentra en esta situación, una cifra que debería encender las alarmas en las autoridades. Sin educación ni empleo, estos jóvenes están condenados a la exclusión social, lo que genera una serie de problemas asociados como la delincuencia, la migración forzada y el crecimiento de la desigualdad.

El desafío de revertir esta situación requiere de políticas públicas integrales que fomenten la educación de calidad, la capacitación laboral y la inserción en empleos formales. Es imprescindible garantizar que los jóvenes culminen la educación secundaria con las habilidades necesarias para continuar aprendiendo y acceder a oportunidades laborales dignas. Además, el Estado debe asumir un rol activo en la generación de empleo juvenil, promoviendo incentivos para la contratación de jóvenes y desarrollando programas de formación alineados con las necesidades del mercado laboral.

El futuro de Paraguay depende de sus jóvenes, pero sin oportunidades, ese futuro se ve cada vez más incierto. Es hora de tomar medidas concretas para romper el círculo de la pobreza juvenil y apostar por una generación capacitada, productiva y con perspectivas reales de desarrollo. De lo contrario, el país seguirá sumido en una trampa de desigualdad que solo perpetúa el atraso y la exclusión social.

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