La gerencia de la Fundación Tesãi, encabezada por el Dr. Fernando Bittinger Rolón, ha quedado bajo un foco implacable de críticas y cuestionamientos que revelan el lado más oscuro de su administración. Lo que debería ser una institución al servicio de los más vulnerables del Alto Paraná se ha convertido, bajo su liderazgo, en un ejemplo alarmante de prepotencia, favoritismo y falta de transparencia.
El reciente episodio de violencia, en el que un paciente intentó apuñalar al directivo tras acusarlo de burlarse de su condición económica y de su incapacidad para comunicarse en español, es solo la punta del iceberg de una serie de denuncias que ponen en entredicho no solo su conducta personal, sino también su capacidad para liderar una institución de tal importancia. Este incidente no solo expuso un trato deshumanizante hacia los pacientes más necesitados, sino que también destapó una serie de irregularidades que han marcado su gestión desde 2019.
Acusado de prepotencia, racismo y manejos arbitrarios, Bittinger ha sido criticado por empleados, gremios y sindicalistas que lo señalan como el principal artífice de un sistema de privilegios para aliados y castigos para quienes no se alinean a sus intereses. Las denuncias incluyen la contratación masiva de trabajadores bajo la modalidad de “prestación de servicios”, evitando así la creación de antigüedades laborales, y la solicitud de presuntas “comisiones” del 10% a proveedores, generando un entorno de corrupción que amenaza la sostenibilidad misma de la institución.
Resulta alarmante que, a pesar de recibir financiamiento mensual superior a los 2.394 millones de guaraníes por parte de la Itaipú Binacional, la Fundación Tesãi no logre garantizar una atención médica de calidad. Por el contrario, los recursos parecen desviarse hacia intereses particulares, dejando a los pacientes desprotegidos y en un estado de indefensión que contradice la razón de ser de la fundación.
La figura de Bittinger, lejos de inspirar confianza, se ha convertido en un símbolo de divisiones y tensiones internas. Apodado despectivamente “Hitler’i” por su estilo autoritario y su declarada preferencia por su raíz alemana, su incapacidad para hablar guaraní —un idioma oficial del Paraguay— es otra muestra de su desconexión con las necesidades y la cultura de la población que Tesãi debería atender. Este desconocimiento cultural no solo es una barrera idiomática, sino también un obstáculo que refuerza la percepción de un trato discriminatorio hacia los más humildes.
El caso de Ramón Catalino Colmán, quien denunció maltratos y abandono en su solicitud de un implante de rodilla, pone de manifiesto la desidia y la falta de empatía de una administración que debería priorizar el bienestar de sus pacientes. Este tipo de situaciones, lejos de ser excepcionales, parecen ser parte de una estructura deshumanizante que premia la obediencia política y castiga la independencia.
La Fundación Tesãi enfrenta un momento crítico. Las acusaciones de licitaciones amañadas, sobrecostos y protección a planilleros han generado un clamor generalizado por cambios profundos en su gestión. La permanencia de Fernando Bittinger en el cargo no solo amenaza la credibilidad de la fundación, sino también su capacidad para cumplir con su misión de servicio.
El Gobierno y las autoridades pertinentes tienen la responsabilidad de intervenir y garantizar una investigación exhaustiva sobre las irregularidades denunciadas. La Fundación Tesãi no puede seguir siendo un refugio para manejos turbios y ambiciones personales. Su futuro debe estar guiado por los principios de transparencia, eficiencia y compromiso con los más vulnerables.
En una región que depende de la atención de esta institución, es inaceptable que los recursos públicos sean mal utilizados mientras pacientes y empleados enfrentan discriminación y abandono. Es hora de un cambio. La Fundación Tesãi merece un liderazgo que respete su misión y a las personas a quienes está destinada a servir.