Ciudad del Este, una de las ciudades más dinámicas de la región, enfrenta desafíos históricos que han obstaculizado su desarrollo pleno y su capacidad para convertirse en un polo de atracción, tanto para turistas como para inversionistas. A pesar de su ubicación estratégica y su condición de eje comercial clave en América del Sur, la ciudad debe superar barreras estructurales que, durante décadas, han frenado su evolución hacia una urbe moderna, ordenada y competitiva.
El desorden urbano es uno de los problemas más evidentes. Las calles abarrotadas, las veredas invadidas por vendedores informales y la acumulación de basura proyectan una imagen negativa ante los visitantes. Este caos, perpetuado por la falta de planificación, afecta tanto a la vida diaria de los ciudadanos como a la percepción de quienes llegan desde el extranjero. Los grandes shoppings, que son pilares de la economía local, generan volúmenes significativos de residuos, pero la gestión inadecuada de estos desechos los convierte en un problema ambiental y visual que contradice el potencial turístico de la ciudad.
Otro desafío importante es la infraestructura sanitaria. Las redes de distribución de agua y cloacas, gestionadas por la ESSAP, no están a la altura de las necesidades actuales de una ciudad que aspira a ser un centro de desarrollo. Los desbordes de cloacas y las fugas de agua no solo son inconvenientes para la población, sino que también dañan calles recién asfaltadas, creando un círculo vicioso de reparaciones que frena el progreso urbano y desanima a inversionistas.
El tráfico vehicular añade un nivel más de complejidad al panorama urbano. La falta de educación vial, los controles ineficientes y la carencia de infraestructura adecuada generan un caos cotidiano. Aunque las autoridades locales afirman tener una Policía Municipal más comprometida, la realidad en las calles pone en evidencia que los esfuerzos son insuficientes. Esta situación se intensifica con los controles fronterizos en el lado brasileño, que aumentan la congestión en las principales arterias de Ciudad del Este, complicando aún más la movilidad.
A ello se suma un problema igualmente grave: la inseguridad. Los robos, asaltos y estafas siguen siendo frecuentes, afectando especialmente a los turistas y compradores que sostienen la economía de la ciudad. Esta percepción de inseguridad no solo aleja a los visitantes internacionales, sino que también afecta la confianza de los comerciantes y la población local.
Sin embargo, Ciudad del Este tiene un potencial extraordinario. Su ubicación geográfica, su flujo constante de visitantes y su fortaleza como centro comercial son ventajas que no pueden ser desperdiciadas. Pero para capitalizar estas fortalezas, es imprescindible que autoridades, empresarios y ciudadanos trabajen juntos en soluciones integrales y sostenibles.
El ordenamiento urbano debe ser prioridad, acompañado de una modernización urgente de la infraestructura sanitaria. Asimismo, la seguridad debe abordarse de manera contundente, con estrategias que no solo reduzcan los índices delictivos, sino que también devuelvan la confianza a la población y a quienes visitan la ciudad.
Ciudad del Este tiene la oportunidad histórica de transformarse en un modelo de desarrollo regional. Para lograrlo, necesita liderazgo, planificación y voluntad política. Solo a través de un esfuerzo conjunto se podrán superar las barreras que la han mantenido rezagada y permitir que finalmente despegue como una ciudad atractiva, eficiente y competitiva, lista para enfrentar los desafíos del futuro y consolidarse como un destino de excelencia.