Una vez más, la preocupante realidad de los accidentes de tránsito pone en evidencia la grave irresponsabilidad de muchos conductores, especialmente aquellos que, embriagados por el alcohol, se lanzan a las rutas sin medir las consecuencias. Los fines de semana y las vacaciones, momentos en que las personas suelen relajarse y disfrutar, se han convertido en una pesadilla para muchos, quienes terminan sus días en las camas de los hospitales, víctimas de accidentes evitables.
El Hospital Regional de Ciudad del Este, como tantos otros centros asistenciales del país, se ve colapsado cada fin de semana por víctimas de accidentes viales, la mayoría motociclistas, muchos de ellos con evidentes signos de haber ingerido alcohol. El director del hospital, Dr. Federico Schrodel, no oculta su preocupación ante esta constante realidad. «Gente, les pido por favor, a través de este medio, que tome cuidado cuando toman el volante. Si bebieron bebidas alcohólicas, no conduzcan», enfatizó, haciendo un llamado urgente a la responsabilidad. Esta advertencia, lamentablemente, parece ser ignorada por aquellos que creen que la diversión y el alcohol pueden coexistir sin consecuencias.
Los números son alarmantes. Durante el último fin de semana, 24 personas fueron atendidas por accidentes, de las cuales 22 eran motociclistas, y muchos llegaron al hospital con lesiones graves, algunas de las cuales habrían podido evitarse si hubieran tomado las precauciones mínimas al volante, como el uso del casco, respetar las señales de tránsito y no consumir alcohol. ¿Cuántas más deben ser las víctimas para que la sociedad se tome en serio esta realidad? ¿Hasta cuándo seguiremos perdiendo vidas, amigos, familiares y seres queridos por la simple imprudencia de quienes se creen invencibles al volante?
Los profesionales de salud, como el Dr. Schrodel, no solo deben lidiar con las consecuencias de los accidentes, sino que también enfrentan la angustia de las familias, que viven el desespero en los pasillos del hospital, esperando noticias de sus seres queridos. Y aunque muchos logran sobrevivir, las secuelas físicas y emocionales quedan marcadas para siempre. «Un accidente puede generar consecuencias imborrables en muchas familias; algunos quedan en camas, otros se mutilan perdiendo sus miembros y les cambia la vida», reflexionó el doctor. Estas palabras, duras y reales, deberían ser un recordatorio constante de que cada decisión al volante tiene un impacto profundo.
Es hora de que todos, sin excepción, comprendamos que la vida y la seguridad no deben estar en riesgo por un instante de imprudencia. El alcohol y el volante son una combinación fatal, y las estadísticas son claras: cuanto más alcohol se consume, mayor es la probabilidad de sufrir un accidente grave. Es nuestra responsabilidad como sociedad crear conciencia y exigir que se respete la ley. Los controles deben ser más rigurosos, las sanciones más severas, pero también debe existir un cambio cultural en el comportamiento de los conductores.
Los fines de semana y las vacaciones son momentos para disfrutar, pero no a costa de la vida de otros. Cada vez que tomamos el volante, asumimos una responsabilidad inmensa: la de cuidar nuestra vida y la de quienes nos rodean. Solo así podremos evitar que las tragedias sigan marcando el inicio de cada nuevo año, y que las familias sigan siendo víctimas de la irresponsabilidad al volante.