En Villar Cué, una pequeña comunidad ubicada al norte de Itakyry, Alto Paraná, la esperanza de contar con un centro de atención médica digno se desvanece día a día. La Unidad de Salud Familiar (USF) que debía ser una solución para unos 10.000 habitantes, incluyendo a la comunidad indígena Paso Cadena, hoy es un edificio abandonado que se ha convertido en un aguantadero de adictos.
La obra, financiada por Itaipu Binacional y adjudicada a la empresa Estero Guasu S.A. en 2021, está paralizada desde hace cuatro años. Representantes de la empresa constructora han guardado silencio mientras las estructuras inacabadas se deterioran con el paso del tiempo. Según el Portal de Proveedores de Itaipu, el costo total del proyecto fue de G. 4.095 millones, monto que también incluía la construcción de otras dos USF en Limoy y Tembiaporã, también paralizadas.
Recorrer el predio de la USF de Villar Cué es encontrarse con una escena desoladora: vidrios rotos, basura acumulada y vestigios de reuniones nocturnas donde el consumo de drogas es evidente. La indignación se mezcla con la resignación, ya que la promesa de retomar las obras nunca se concretó.
En Paso Cadena, una comunidad indígena a 15 kilómetros del lugar, la situación es aún más crítica. Con unos 2.000 habitantes, dependen del centro de salud más cercano, que implica recorrer largos trayectos en caminos de tierra. Cuando alguien se enferma de gravedad, tienen que salir de madrugada para buscar ayuda.
El año pasado desde la entidad binacional se prometió soluciones tras el relevamiento del estado de la obra. Se espera que este año luego de los compromisos asumidos, de una buena vez, cambie la situación.
Los pobladores de Villar Cué insisten en que continuarán reclamando, esperan que sus voces lleguen a hasta la instancia donde se toman las decisiones y que, finalmente, la Unidad de Salud Familiar se convierta en lo que originalmente debía ser: un refugio de salud y esperanza para toda la comunidad.
