Subirse a un autobús es como jugar a la ruleta rusa. Esta es la sensación cotidiana de los usuarios del transporte público en Ciudad del Este. Al cerrar el 2024, la promesa de un servicio digno sigue sin cumplirse. Los colectivos de la capital departamental es el reflejo de un sistema en crisis. La adquisición de 20 buses eléctricos por parte de la administración municipal representó un avance en términos de tecnología, calidad de servicio y protección ambiental. Sin embargo, su impacto real ha sido limitado.
Los buses eléctricos solo operan en dos itinerarios que conectan los barrios Remansito, San Miguel, mercado de abasto, centro, La Blanca y Don Bosco. Existe la promesa de habilitar una tercera ruta antes de fin de año, pero el resto de la ciudad sigue a la deriva.
Para la mayoría de los ciudadanos, el panorama es desolador. Aproximadamente 100 buses privados, en su mayoría obsoletos y en malas condiciones, prestan el servicio de transporte público. Estos vehículos ofrecen una cobertura deficiente, con horarios inconsistentes y, en su mayor parte, sin servicio nocturno. La excepción son los buses municipales, que operan en horario nocturno.
La experiencia diaria de los usuarios está marcada por la incertidumbre. Buses deteriorados, asientos rotos y motores que fallan en pleno recorrido son parte del día a día. Para muchos, la opción de esperar un colectivo en condiciones decentes es una misión casi imposible.
CRUCE DE CULPAS
El escenario se complica con la disputa entre empresarios y usuarios. Los empresarios del transporte afirman que el negocio ya no es rentable. Aducen que la baja demanda de pasajeros, sumada a los costos operativos, hace inviable la renovación de la flota. Los usuarios, por su parte, responsabilizan a los empresarios de la situación, afirmando que la precariedad del servicio los obliga a buscar alternativas más confiables.
Esta falta de confianza ha generado un aumento significativo en el uso de vehículos particulares, motocicletas, taxis y servicios de transporte por aplicación. Como consecuencia, la ciudad enfrenta un caos vial cada vez más pronunciado. Las calles y avenidas, diseñadas hace más de 50 años, son incapaces de soportar la cantidad de vehículos que circulan diariamente, lo que agrava los embotellamientos y la contaminación.
La Municipalidad de Ciudad del Este reconoce la gravedad del problema, pero no ha logrado encontrar una solución integral. La adquisición de los buses eléctricos trajo consigo nuevos desafíos: el pago de cuotas, el pago de salarios a los conductores y el mantenimiento de los vehículos. Estos factores han generado tensión financiera, dejando en evidencia que el modelo de gestión municipal no es fácilmente replicable por el sector privado.
Los intentos por involucrar a las empresas de transporte privadas en la renovación de la flota se han quedado en el papel. Los empresarios continúan alegando falta de recursos, y la promesa de buses modernos y seguros sigue siendo una deuda pendiente. Mientras tanto, la ciudad permanece atrapada en este ciclo vicioso, donde ni el sector público ni el privado logran ofrecer una salida efectiva.
FRUSTRACIÓN
El 2024 cierra con una sensación de frustración generalizada. Las promesas de modernización del transporte no se han cumplido en su totalidad, y la flota de buses eléctricos, aunque innovadora, es insuficiente para cubrir la demanda de toda la ciudad. Las calles de Ciudad del Este siguen siendo recorridas por buses en pésimas condiciones, mientras la necesidad de un servicio eficiente, seguro y accesible sigue latente.
El 2025 se proyecta como un año de definiciones cruciales. La presión de los ciudadanos por un mejor servicio será cada vez más fuerte, y la Municipalidad tendrá que mostrar resultados concretos. De lo contrario, la movilidad en Ciudad del Este continuará siendo una lotería diaria, donde llegar a destino no es una garantía, sino una apuesta con la suerte.