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Cada peregrinaje a Caacupé tiene su historia en particular, la mayoría dice que lo hace por pagar una promesa. La Clave entrevistó a una mujer que llamó la atención desde el momento en que entró de rodillas a la explanada de la Basílica Santuario de la Virgen. La misma no paraba de llorar y dijo en la nota que su emoción es muy grande y que su travesía de casi 200 km tiene mucho significado para ella.
La mujer señaló que durante su solitaria recorrida a pie desde la localidad de Ava’i, departamento de Caazapá, pasó varias peripecias. Su viaje duro siete días, la misma caminó sola y recordó que hubo momentos de hambre, calor, miedo, dolor y lluvia. Además el peligro que lo mantuvo expuesta ante cualquier adversidad en todo el trayecto. Su fe a la Virgen la mantuvo fuerte y sin ánimo de abortar el peregrinaje que emprendió.
Blanca expresó que las veces que se sentía débil se ponía a rezar. La peregrinante entre lágrimas y mirando el altar mayor de la Basílica de Caacupé dijo que este sacrificio físico lo entrega a la santa madre como un símbolo de pagar la promesa por la salud de su pequeña hija de 2 años que quedó junto a su madre en Ava’i.
Llegando a la capital espiritual del país se ató un pedazo de cartón por las rodillas para proteger sus extremidades del caliente asfalto y a medida que se acercaba hasta el templo, su llanto de emoción se elevaba. Su gran alegría representada en lágrimas conmovió a la gente y se acercaron a abrazarla.