NARANJAL, Alto Paraná. En la madrugada del jueves, un grupo comando conformado por al menos 10 delincuentes consumó un audaz asalto a la sucursal de Bancop, en el casco urbano municipio. Utilizando explosivos de alta potencia, los criminales destruyeron la bóveda y gran parte de la sede bancaria y se apoderaron de un botín millonario que, según el informe oficial, asciende a G. 2.900 millones. Este golpe, que dejó al descubierto la vulnerabilidad del distrito de Naranjal, además de la incompetencia y negligencia de la Policía Nacional, cuya inacción ante una alerta previa de inteligencia genera ahora fuertes sospechas de complicidad de algunos de los agentes.
Horas antes del ataque, que no duró más de 10 minutos, circuló un informe de inteligencia que advertía sobre la posibilidad de un asalto de gran magnitud en las zonas de Alto Paraná o Itapúa. Pese a esta información, la Policía Nacional no adoptó medidas preventivas, como el refuerzo de personal o el patrullaje en zonas claves. Esta desidia permitió que los asaltantes, que actuaron con una planificación meticulosa, perpetraran el crimen sin resistencia alguna.
En el momento del atraco, la comisaría 19ª de Naranjal contaba con solo tres agentes de turno. Sin embargo, dos de ellos, incluido el comisario principal Víctor Ortiz, se encontraban custodiando un convoy de camiones transportadores de encomiendas sobre la Ruta PY06, dejando prácticamente desierta la zona urbana. Este hecho, que parece haber sido conocido de antemano por los delincuentes, facilitó la ejecución del golpe. La pregunta que resuena ahora es: ¿cómo es posible que una institución con acceso a información clave haya permitido semejante vulnerabilidad?
OPERACIÓN PROFESIONAL
El atraco comenzó a las 00:25, cuando dos automóviles llegaron al centro urbano de Naranjal y estacionaron frente a la sucursal de Bancop. De ambos vehículos descendieron los asaltantes con los rostros cubiertos, armados con rifles de alta precisión y escopetas. En cuestión de minutos, neutralizaron a los guardias de seguridad de una gasolinera y un silo vecinos, dejando claro que su operación estaba perfectamente calculada.
Con explosivos de dinamita en gel, los delincuentes destruyeron la bóveda del banco mientras otros miembros del grupo realizaban disparos intimidatorios al aire para evitar la aproximación de curiosos. En medio del caos, ingresaron al local y se dirigieron directamente al cofre central, ignorando billetes esparcidos por el suelo y un cajero automático intacto. Esto refuerza la hipótesis de que el grupo tenía un objetivo claro y definido.
Tras hacerse con el botín que asciendo a unos G. 2.900 millones, los facinerosos huyeron por caminos secundarios que conectan con el distrito de Raúl Peña. Para asegurar su escape, bloquearon las principales entradas y salidas de Naranjal con clavos “miguelito”, estrategia que dejó a las autoridades sin capacidad de respuesta inmediata.
Horas después, ya cerca de las 03:50 de la madrugada, la Policía Nacional halló uno de los vehículos utilizados en el crimen, un auto Toyota Allion gris, sumergido en el río Yñaro, cuya matrícula fue clonada de una camioneta Toyota Fortuner.
Sin embargo, hasta anoche, ninguno de los maleantes fue detenido y las autoridades siguen sin brindar detalles sobre las identidades o nacionalidades de los implicados, aunque se presume que el grupo estaría compuesto por paraguayos y brasileños.
MUNICIPIO DESPROTEGIDO
Con apenas seis agentes distribuidos en turnos para cubrir una población de más de 10.000 habitantes, el distrito de Naranjal vive en un estado de desprotección crónica. Según el intendente Edoard Schaffrath, el municipio lleva años solicitando el aumento de personal en la comisaría 19ª, petición que nunca ha sido atendida. “Es evidente que la cantidad de policías no responde al crecimiento que ha tenido nuestra comunidad en los últimos años. Varias fábricas se han instalado en la zona, y la población ha crecido, pero seguimos teniendo la misma cantidad de agentes que hace una década”, lamentó el jefe comunal.
Schaffrath describió lo ocurrido como un hecho sin precedentes en la historia de Naranjal. Aunque agradeció que no haya víctimas fatales, subrayó que la falta de recursos en la comisaría es una tragedia anunciada. “Con solo tres policías de turno, enfrentarse a un grupo armado como este habría sido un suicidio”, exclamó.
PROBABLE COMPLICIDAD
La inacción de la Policía Nacional, incluso después de recibir un informe de inteligencia tan específico, ha levantado sospechas de complicidad con el grupo criminal. Este no es un caso aislado en un país donde la confianza en las fuerzas del orden está profundamente desgastada. ¿Cómo es posible que los delincuentes tuvieran tan claro el despliegue policial esa noche? ¿Por qué no se tomaron medidas preventivas? Estas preguntas, aún sin respuesta, alimentan la indignación ciudadana. Además, el hecho de que los asaltantes pudieran operar durante largos minutos sin intervención alguna resalta la debilidad estructural de una institución que debería garantizar la seguridad de la ciudadanía, pero que parece más interesada en encubrir sus fallas que en solucionarlas.
El golpe a la sucursal de Bancop en Naranjal no solo representó una pérdida económica significativa, con daños materiales y un botín millonario, sino que dejó a este distrito altoparanaense sumido en la incertidumbre y el temor. Para los pobladores, este hecho marca un antes y un después, pues evidencia lo fácil que es para el crimen organizado operar en un municipio desprotegido.