TIEMPO EN ALTO PARANÁ

Desafíos y oportunidades de la investigación en el siglo XXI

Dr. Eduardo Francisco Chavarri Joo, rector de la UNIDA.

Existe la creencia popular muy difundida que la investigación es solo para científicos e intelectuales de alto nivel, el problema a resolver es cómo romper este paradigma, y llevar la investigación a la escuela, instituciones educativas y universidades a través de la implementación de una cultura investigativa. Sin duda alguna, existe una amplia diferencia entre la cultura investigativa de las grandes potencias mundiales y la región de América Latina y el Caribe; partiendo de esta realidad, el presente trabajo intenta hacer un análisis de algunas de las causas claramente identificadas.

En el siglo XXI el principal desafío con que se enfrenta la humanidad consiste en encontrar la manera de apoyar las enormes contribuciones de la investigación al bienestar de la humanidad sin comprometer el futuro del hombre.

Inspirándose en la máxima de Cicerón, según la cual “sólo el hombre posee la capacidad de buscar y perseguir la verdad”, el Cardenal John Henry Newman, erudito del siglo XIX, definió la función de la universidad ideal como la búsqueda del conocimiento por sí mismo:

¿De qué depende que se logre avanzar hacia el propósito de lograr la adopción y apropiación de una cultura investigativa?

¿Qué factores determinan lo que puede favorecer o lo que puede representar un obstáculo para ello?

¿Cuáles serían los retos de la investigación en el siglo XXI?

Existe una relación directa entre el nivel de cultura investigativa de los países y el grado de desarrollo humano en los países.

El valor económico y social de la ciencia y la tecnología

El valor económico y social del conocimiento es ampliamente reconocido, cultivado y administrado desde hace muchas décadas en los países con mayor dinamismo económico. Desde los esfuerzos por aprovechar las capacidades científicas y tecnológicas que permitieron a los aliados ganar la segunda guerra mundial (Bush, 1945), hasta los éxitos de países como Corea, China y Brasil en el desarrollo de nuevas capacidades económicas basadas en el conocimiento, los gobiernos invierten sistemáticamente en este rubro, e incentivan a sus universidades a participar activamente en ello.

En el orden internacional, el conocimiento es la moneda de cambio, pues por sí mismo es capaz de generar oportunidades económicas y atraer al capital y a la industria para generar más riqueza. Los países que son conscientes de esto desarrollan programas y políticas explícitas de atracción y retención de capital humano proveniente de los países menos desarrollados

Para visualizar desde una perspectiva real lo expuesto podemos analizar la situación actual en la guerra de los chips.

En Alemania, Holanda y otros países europeos las universidades regionales negocian su presupuesto con los gobiernos y comunidades de negocios locales sobre la base del impacto que tienen sus actividades en el crecimiento económico local (Benneworth et al. 2009, Heher, 2006; Clark, 1998; Lazzeretty y Tavoletti, 2005; Bird et al, 1993), y países como Canadá buscan desarrollar los modelos y políticas adecuadas para obtener rendimientos económicos de la investigación en universidades (Langford et al., 2006, Bacchiocchi y Montobbio, 2009). Investigadores en el mundo han desarrollado sofisticados métodos para medir y modelar el impacto de la inversión en ciencia y tecnología sobre la innovación y el crecimiento económico (Heher, 2006; Jones, 1995; Arechavala et al., 2010; Berman, 1990).

Relaciones entre la universidad con el gobierno y sector privado

Los grandes éxitos de la investigación en la actualidad se basan en gran medida en las políticas de promoción y las subvenciones financieras que implementan los gobiernos que entienden el valor económico y social de la inversión en ciencia y tecnología, sumándose a esto los agentes económicos privados (mediante la industria) y los organismos internacionales. Los éxitos de las economías que han surgido recientemente en el sudeste asiático como ejemplo Corea del Sur, Taiwán entre otras (a pesar de la actual coyuntura económica) demuestran. que, en una economía apuntalada por la ciencia y la tecnología, la universidad debe ser el motor del crecimiento y el desarrollo económico, por lo que podemos acuñar la frase el éxito de la “economía del saber”.

Hoy en día, en función a las diversas políticas implementadas por los gobiernos y los organismos del sistema multilateral completo, se espera con la universidad del XXI, siga cumpliendo un rol importante en la búsqueda no solo del crecimiento económico sino del bienestar de la humanidad. No obstante, ello tiene su precio. La inyección de dinero público en los centros de educación superior para la investigación exige un manejo transparente y procedimental para la rendición de cuentas, que podría depender directamente de un órgano exterior sin recurrir a los procedimientos de evaluación de los centros de formación superior.

Los expuesto en el párrafo anterior, podría colisionar directamente con el principio de autonomía de las universidades, en relación a la libertad de catedra y enseñanza y como los docentes y estudiantes deciden el momento y la forma de desarrollar las investigaciones. Por otro el sector privado se mueve por la relación costo beneficio y la búsqueda constante de maximizar beneficios, y no en la búsqueda de nuevos saberes y conocimientos. Es probable que los accionistas apoyen programas y proyectos que producen inmediatamente resultados aplicables. Como consecuencia de ello, la investigación básica saldrá perdiendo. ¿Tendrá la universidad la tenacidad moral y los recursos necesarios para encontrar un equilibrio entre sus preciados valores de libertad de investigación y honradez intelectual? Si se procuran investigaciones apoyadas por el gobierno y la industria, se podrían producir consecuencias a largo plazo difíciles de predecir.

La investigación avanzada ha dejado de ser monopolio de la universidad. Los resultados obtenidos en institutos nacionales de investigación y en la industria pueden ser confidenciales y no ser revelados al público de la investigación hasta que no han transcurrido dos o tres décadas en algunos casos. Los conocimientos han dejado de difundirse inmediatamente a todos aquéllos que podrían utilizarlos.

Es evidente que esta situación socava el importante principio normativo de la universalidad del conocimiento, principio preciado de la universidad y del ICSU. De este modo, la libertad de efectuar investigaciones y de difundir sus resultados y la libertad de comunicarse con otros investigadores y de difundir la información relativa a la investigación (estos valiosos derechos) están en peligro, lo que acarrea consecuencias que previsiblemente serán nefastas para la formación de la próxima generación de investigadores. Es indudable que convendría estudiar las maneras de hacer frente a estas restricciones.

La función de la tecnología de la información

La tecnología de la información ha resultado ser un medio extremadamente útil para los investigadores, aunque todavía no se han explotado plenamente todas sus posibilidades. Sus incursiones recientes en la industria de la enseñanza superior, mediante la creación de la “universidad virtual”, han llevado a algunos a pronosticar la desaparición de la estructura de la universidad tradicional en su configuración actual. La razón de ello es que la “universidad virtual” presenta varias ventajas con respecto a la tradicional, pues fomenta la colaboración entre universidades y docentes que se encuentran en lugares alejados, permite que los estudiantes accedan fácilmente a bibliotecas de primera clase de distintas instituciones y constituye un medio excelente para reducir costes. ¿Es la universidad como comunidad de investigadores y estudiosos agrupados en el espacio una especie en peligro de extinción?

Es evidente que la respuesta depende de lo estricta que sea la definición de “una comunidad de estudiosos”. Internet está ofreciendo la posibilidad de unir en el espacio a personas diferentes a bajo costo. De este modo, amplía la comunidad de investigación para abarcar a aquéllos que se encuentran fuera de la zona física de manera que la gente con intereses comunes puede establecer interacciones mientras trabajan en distintos lugares del mundo. Se trata de posibilidades apasionantes que incluso el Cardenal Newman habría encomiado. Es preciso seguir estudiando estas ventajas.

Programa para el siglo XXI

Estamos a punto de entrar en el siglo XXI sin poder conciliar dos de los principales descubrimientos del siglo XX, a saber, la teoría cuántica y la teoría de la gravedad. A este respecto, nos acordamos del dilema entre la mecánica de Newton y el electromagnetismo con que se enfrentaban los investigadores del siglo XIX. Su resolución a principios de este siglo creó las condiciones para algunos de los progresos del conocimiento a los que hemos aludido. ¿presenciaremos en el próximo siglo una síntesis de la mecánica cuántica y de la teoría de la gravedad de Einstein? ¿Qué consecuencias tendrá esta hazaña en la humanidad si la investigación tiene éxito en su empresa?  ¿Se repetirá la historia? Esperamos con impaciencia las respuestas

Actualmente la universidad estima que sus funciones van más allá de la visión de Newman para abarcar la utilización de los conocimientos adquiridos a fin de aumentar (directa o indirectamente) el bienestar material, la felicidad y el confort de la humanidad. En nuestros días la enseñanza superior se considera una institución destinada no sólo a ampliar conocimientos y a formar a los jóvenes sino también a difundir y a aplicar esos conocimientos.

En el siglo XXI, será conveniente estudiar la forma de enfrentar las tensiones económicas y a otros problemas conexos derivados del mandato utilitarista para que la universidad siga satisfaciendo los intereses de la humanidad en todas sus manifestaciones.

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