En el corazón de la tupida selva del Alto Paraná, surge una ciudad cuyo destino se tejió lentamente a lo largo de las décadas. Después de la creación de Puerto Presidente Stroessner en 1957, los cambios comenzaron a esbozarse en una ciudad inicialmente escasamente habitada. Hoy, sus calles, barrios y el centro revelan la narrativa cautivadora de cómo el desarrollo abrazó silenciosamente la región oriental del país.
Una vez que concluyó la ceremonia de fundación, las autoridades se retiraron, dejando la zona envuelta en un silencio profundo. Aunque se ofrecían terrenos, la reticencia inicial era palpable. Este rincón inhóspito, habitado por animales salvajes e insectos, obstaculizaba la vida cotidiana debido a la falta de infraestructura. No fue hasta 1959, cuando se completó la construcción de la ruta desde Coronel Oviedo, que los migrantes comenzaron a explorar la región.
El desarrollo fue inicialmente gradual. El 4 de noviembre de 1974, Puerto Presidente Stroessner adquirió la categoría de municipio de primera clase. Según relatos de la historiadora Felisa Rodríguez de Medina, la ciudad se organizó siguiendo un plan concebido por el renombrado arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, el visionario detrás de la planificación de Brasilia. «Él fue el artífice del diseño urbano, trazando las calles y avenidas», compartió la historiadora.
La construcción de la Itaipu Binacional, el Puente de la Amistad, el acceso a Hernandarias y otras obras catalizaron la llegada de nuevos habitantes, generando oportunidades de empleo y avance.
Tras el golpe de Estado de 1989, surgió el deseo de cambiar el nombre de la ciudad, que llevaba el estigma del dictador depuesto. «Todo vinculado a Stroessner estaba prohibido; incluso la plaza Ligia Mora de Stroessner, cercana al Obispado, tuvo que renombrarse. Todo rastro del exmandatario se borró como si nunca hubiese existido», rememora la historiadora.
El 11 de agosto de 1989, se convocó a la ciudadanía para elegir un nuevo nombre. Alternativas como Acaray, Itaipu, Ciudad Jardín, San Blas y Ciudad del Este se propusieron. La mayoría optó por la última, y desde entonces, la ciudad se conoce como Ciudad del Este, testigo silente de su evolución a lo largo de los años.