
El agricultor, feriante y productor de tomate, Narciso Guerrero, acusó a los intermediarios por el alto precio que deben pagar los consumidores finales en las góndolas de los supermercados, mercado de abasto, despensas y almacenes de barrios. Dijo que no hay control del Gobierno. Afirmó que ellos venden a G. 6.000 y G 7.000 el kilo en finca y no se explican cómo llegan a destino final costando el triple.
Mencionó que cosechan su cultivo entre dos meses a dos meses y medio, y vendiendo a G. 6.000 o G. 7.000 ganan un poco. “Pero vienen los intermediarios y ellos ganan el doble hasta el triple y allí falta control. Eso es feo, porque el consumidor final es el perjudicado. Lastimosamente, la gente se aprovecha. Como productor lamentamos que se venda el tomate muy caro”.
El productor de tomate del distrito de Juan León Mallorquín señaló que el problema actualmente con este rubro tiene que ver más con la desorganización, la falta de infraestructura y la alta dependencia del factor climático. Dijo que no existe una política gubernamental que regule y ordene el sector y permita una mejor y sostenida producción, evitando de esta manera la escasez y con ello la suba y la especulación.
“No hay organización, ni política que ordene esto. Nadie te dice cultiven juntos o por sector, para que se pueda mantener. Además, acá los compañeros no tienen infraestructura, como invernadero, media sombra, sistema de regadío. Acá no hay control. Falta una organización que establezca cómo, dónde y cuánto cultivar tal rubro”, remarcó.
El labriego comentó que muchas veces no venden su producción, otras veces comercializan por completo y en otro momento está en falta. “Cuando tenemos buena producción, no hay ningún control y no colocamos nada. Falta ordenar. Ahora el tomate de nuevo está subiendo y muchos compañeros están en etapa de cosecha”.
Estima que en finca esta semana estarán comercializando a G. 6.000 a G. 7.000 el kilo. “Eso es para revender y se lleva a los supermercados, y ahí es donde se pone un precio muy elevado. Tres veces más ganan que nosotros y no podemos vender más barato. El consumidor paga muy caro. Se aguanta G. 8, G. 9 hasta G. 10.000, pero pasado eso ya es una exageración para el consumidor final”.