Fue noticia la semana pasada, cuando la consultora Great Place to Work Paraguay divulgó el primer ranking de los mejores lugares de trabajo para los centennials (jóvenes nacidos entre mediados de los años 90 y principios del siglo XXI). Son 20 organizaciones que obtuvieron el reconocimiento por crear ambientes laborales excepcionales para la generación Z en el país. Del total, cuatros firmas son de Ciudad del Este: Shopping China, Cellshop, Nissei, además de Ávalos y Asociados, que juntas suman más de 2.700 colaboradores.
La evaluación abarcó más de 86 organizaciones y consultó a más de 21.500 empleados entre octubre de 2022 y octubre de 2023. Se tomó en cuenta la opinión de los propios colaboradores y las experiencias diarias en relación con la confianza, valores, así como también, la maximización del potencial humano por parte de los líderes. El ranking se dividió en tres categorías, según el número de empleados: 10 a 50 colaboradores, 51 a 250 colaboradores y más de 250 colaboradores.
El tema laboral y la calidad del empleo tienen relevancia por muchas razones. En primer lugar, por el deterioro que se observa en los últimos años en muchos indicadores de empleo con tendencias que venían de antes de la pandemia. Probablemente el dato más resaltante es la persistente caída del ingreso laboral real, lo que lo llevó a ubicarse en este momento en el mismo nivel que una década atrás. El ingreso laboral representa el 85% de los ingresos de los hogares, por lo que su retracción tiene alto impacto negativo en el bienestar, más todavía en un país en que los servicios públicos tienen baja cobertura y calidad, lo que hace que esos ingresos deban financiar hasta medicamentos, útiles escolares y motocicletas.
Además de los bajos ingresos, el mercado laboral se caracteriza por su histórica precariedad si se analizan los datos de seguridad social: 40% de evasión a la seguridad social, 65% de trabajo en condiciones de informalidad. Mujeres y jóvenes son los principales afectados, especialmente si viven en las zonas rurales. No hay calidad de vida sin empleos decentes.
En segundo lugar, no solo tenemos deudas con el pasado que exigen reformas laborales y productivas de gran intensidad. Si nos proyectamos al futuro aparecen grandes desafíos. Estamos ante la última etapa para aprovechar el bono demográfico. Si el país no logra en el corto plazo garantizar cobertura universal de educación, elevar a 12 años promedio de estudios de la mayoría de la población y mejorar sustancialmente la oferta educativa relacionada con las capacidades laborales, habremos perdido la posibilidad de superar un modelo económico basado en la producción y exportación de bienes de bajo valor agregado.
Resulta innegable el impacto de los empleos de calidad en la sostenibilidad del crecimiento económico, de los regímenes previsionales y de la deuda a través de las contribuciones que trabajadores y trabajadoras bien remuneradas realizan a la seguridad social y al sistema tributario. Sin recursos será imposible continuar ampliando la infraestructura, pagar la deuda y las jubilaciones y generar consumo para el mercado interno. Finalmente, no se puede obviar la importancia de los empleos de calidad para la democracia y gobernabilidad. Una población con autonomía económica y derechos que les garantizan certidumbre y seguridad cuenta con mayor cohesión social y es menos vulnerable a liderazgos mesiánicos, al avance del narcotráfico y al clientelismo político.
No hay sociedad que avance con empleos precarios, niveles altos de pobreza, crisis de deuda y de sus sistemas previsionales y bajas recaudaciones tributarias. Si queremos avanzar, el trabajo de calidad debe estar en el centro de las políticas económicas.