Si miramos las estadísticas oficiales, no podemos evitar sentir que a pesar de las campañas y de los esfuerzos, más de 1.600 casos anuales de cáncer de mama se registran en Paraguay, según estimaciones del Programa de Prevención y Detección Precoz del Cáncer de Mama y Cérvix del Ministerio de Salud, así como más de 500 muertes anuales en su tipo de glándulas mamarias, un promedio de tres mujeres cada dos días.
Se estima que el cáncer es causa principal de muertes prevenibles en el país, es decir, el cáncer representa el 48,1% de la tasa de mortalidad por enfermedades no transmisibles en menores de 70 años, pero en este grupo las mujeres son las que más mueren por cáncer de mama, luego de cuello uterino.
Puestas así las cifras, debemos decir que nos preocupamos genuinamente por ello y nos parece un verdadero drama, ya que esta enfermedad, particularmente porque afecta a mujeres, tiene un efecto muy importante e incluyente en el ámbito de las familias. Todos sabemos que en nuestro país las mujeres representan una porción de la población que se ocupa de múltiples actividades, remuneradas o no, que sostienen el funcionamiento de las familias y hogares, como el cuidado y crianza de los niños, las personas mayores y los que padecen alguna discapacidad, por nombrar algunas de los importantes y duros trabajos que las mujeres realizan en una sociedad como la nuestra.
Un ejemplo positivo que no podemos dejar pasar es lo que ocurrió en nuestro país con las campañas de detección precoz del que hasta hace pocos años era el tipo de cáncer que más afectaba –y mataba– a las mujeres de nuestro país: el cáncer de cuello uterino. Y, entonces, nos preguntamos: ¿Qué es lo que cambió para que ese tipo de cáncer ya no tenga el poder de arrasar con la vida de las mujeres del Paraguay o las afecte mucho menos? La respuesta es tan sencilla que asusta: porque se realizaron campañas de alerta que informaron a las mujeres en forma masiva sobre la importancia de realizarse estudios periódicos como el Papanicolau – PAP y la colposcopia.
Además, esos estudios sencillos y que pueden realizarse en un solo día se hicieron más accesibles y hubo equipos móviles que recorrieron zonas más lejanas del país. En los centros de salud y en todos los hospitales y centros de atención, tanto públicos como privados, se habló de la importancia de la detección precoz y de estar alertas y ser conscientes sobre la importancia de que se pueda atacar a la enfermedad en sus primeras etapas, ya que eso aseguraría la eficacia de los tratamientos disponibles y, por supuesto, la sobrevida y la curación. Y los resultados son ahora ya evidentes. El cáncer de cuello uterino ya no es la primera causa de muerte por cáncer de las mujeres de este país.
Entonces, hoy por hoy, el Octubre Rosa, esa campaña que tiñe todo de ese color, considerado como el símbolo de lucha contra el cáncer de mama, no debe ser algo que nos parezca inútil, aunque se hable paralelamente de la falta de medicamentos o de lo difícil del acceso a los mismos en casos de tener que tratar la enfermedad. Si bien es una situación difícil y dolorosa que debe ser atendida con rigurosa urgencia e interés por parte de los que manejan la salud pública del país, no empaña la importancia de una campaña que esté dirigida a advertir, informar y dar detalles sobre cosas tan sencillas como útiles. Las campañas, de por sí, no curan, pero sí producen cambios importantes en las sociedades, que cambian sus miradas hacia la importancia de la salud. Y eso no puede ser considerado poca cosa.