Permitir que jóvenes conquisten espacios en el país que heredan
Hoy se celebra en nuestro país el día de la Juventud, en coincidencia con el Día de la Primavera. Es una oportunidad propicia para recordar que un importante porcentaje de la población paraguaya tiene entre 15 y 29 años, por lo que la fecha adquiere especial trascendencia. Esta realidad implica una potencialidad productiva extraordinaria para el país, que ya no se volverá a repetir en el futuro, y que habría que aprovechar, brindando todas las posibilidades a los jóvenes para que desarrollen sus potencialidades.
La mayoría de las recomendaciones internacionales insistían y siguen insistiendo en la necesidad de aprovechar esta gran oportunidad ante la historia, brindando todas las posibilidades a los jóvenes para que desarrollen sus potencialidades, de manera a consolidar un capital humano que puedan sostener y hacer crecer el país cuando sean adultos.
Lamentablemente, estas recomendaciones no han sido oídas por los gobernantes ni por los principales referentes de la clase política, social y empresarial que pueden tener incidencia en producir los cambios.
La situación de olvido y marginación social en que continúa siendo mantenida gran parte de la población joven del país es penosa, con grandes déficits en educación, salud, empleo y principalmente con falta de oportunidades por sobrevivir en situación de pobreza.
Son altas las tasas de desempleo y subocupación que caracterizan a la juventud. Más de la mitad de la población desocupada del país son jóvenes. Más de 3 de cada 4 jóvenes en Paraguay están en el campo laboral sin gozar de los beneficios que proporciona un trabajo formal, como seguridad social y aportes jubilatorios. Esta es la cruda realidad que nos indica en qué medida, por desidia y desinterés de quienes gobiernan, el Paraguay está perdiendo una gran oportunidad ante la historia.
En tiempos de la dictadura de Alfredo Stroessner hubo una juventud claramente definida a favor de la democracia y la libertad. Esas aspiraciones se manifestaban en gestos concretos, reprimidos por los órganos de seguridad del régimen fascista. A la larga, sin embargo, su lucha – con pérdidas de vidas, inclusive- triunfó y el Paraguay pudo abrirse a sus antiguos anhelos.
Después de 1989, uno de los grandes ausentes por el peso que le da su tamaño demográfico fue el estamento juvenil. Sus apariciones fugaces – como en el caso del «Marzo paraguayo», por ejemplo, en 1999, donde ocho jóvenes entregaron su vida a la patria por la causa de la libertad- no alcanzan para formular una apreciación diferente. Las excepciones de protagonismo y participación no llegaron a ser reglas a lo largo de más de 30 años de dificultoso y a ratos traumático ensayo democrático. La deuda del sector sigue impaga.
Ante este panorama, el Día de la Juventud debe ser un momento para que los jóvenes reflexionen acerca de la necesidad de que tengan una participación más activa en la vida del país. Es necesario que, con su intervención, inyecten a la sociedad nuevos proyectos e iniciativas que permitan superar las limitaciones del Paraguay de antes, para construir su fisonomía del presente y del futuro. Nadie les va a regalar espacios. Lo tienen que conquistar hoy, no mañana.
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