Día del Agente de Policía sin mucho para celebrar
Hoy, 30 de agosto, se recuerda el Día del Agente de Policía en Paraguay, pero de antemano hay que señalar que no hay mucho para celebrar. La Policía Nacional es una institución con rango Constitucional de carácter permanente, con la misión de proteger la vida, preservar el orden público, la paz, los derechos, la seguridad e integridad de las personas; para garantizar el desarrollo individual y social, así como el logro de la convivencia armónica de los habitantes de la República del Paraguay, mediante la ejecución de acciones coordinadas, eficientes y transparentes. Al menos, es lo que indica la teoría.
En la práctica, se debe reconocer que la ola de hechos delictivos que fue ganando territorio en los últimos años, la desconfianza reinante en la población a causa de ello, con la gravedad de que salieron a la luz nombres de varios uniformados descubiertos en inconductas, hechos punibles, urge que, además de los planes iniciales del nuevo gobierno en el combate a la criminalidad, se inicie una profunda investigación para sanear la institución mediante intervenciones tácticas y administrativas.
El Estado, es decir la ciudadanía en general, debe volver a creer en la Policía Nacional como en todos los organismos de seguridad, algunos más desmoralizados que otros, que hoy se da a causa de la corrupción arraigada en sus filas. Ya sufrimos demasiado en los últimos años por la inseguridad galopante. Venimos de un periodo gubernamental en el que la delincuencia no dio tregua, sin un día que los noticieros muestren robos, hurtos, asaltos, etc.
A medida que la criminalidad fue ganando terreno, lastimosamente se viene evidenciando debilidades en la fuerza de orden y seguridad interior abandonada en recursos, y también se fue destapando el estado de descomposición dentro de las instituciones rectoras.
El nuevo gobierno arrancó con una serie de intimidaciones por parte de una delincuencia que pareciera estar buscando deslegitimar la nueva administración en connivencia con propios uniformados que desde las filas policiales actúan en contra del rol de la institución de proteger la vida y la seguridad de los habitantes. Este hecho no se puede permitir y amerita urgentes acciones para desbaratar la rosca de infractores con placa que fungen de policías, pero lastimosamente son verdaderos bandidos que boicotean el trabajo del Estado.
De manera cada vez más frecuente recibimos noticias sobre policías en carrera que, seguramente con el guiño de algunos jefes, se dedican más a labores delictivas que de seguridad.
Violencia intrafamiliar, maltrato y abuso de poder, robos, complicidad en tenencia de sustancias prohibidas, etc., son tristes realidades que salpican a los funcionarios de la Policía. Solo este año, sin contar con los seguramente protegidos en sus filas, 25 uniformados de la fuerza interna de seguridad han sido separados por diferentes inconductas, según los reportes institucionales. El último excomandante de la Policía había mencionado una semana antes del cambio de gobierno que existen unos 800 procesos administrativos a uniformados por diferentes faltas.
La situación es preocupante, se torna muy necesaria realizar una radiografía a toda la estructura de la Policía y de ser posible a todos los organismos de seguridad y del orden, para tomar medidas correctivas y que el 30 de agosto del año venidero, la situación de esta institución que debe brindarnos seguridad y tranquilidad, sea muy distinta a la actual.
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