El presidente electo Santiago Peña sabe que el gran enemigo a vencer es el desempleo y los empleos de mala calidad, que lamentablemente abundan en el país. Durante una visita al Alto Paraná, en la época proselitista, Peña había anunciado que el pilar principal de su gestión se basará en encabezar una revolución del empleo en Paraguay, apuntando a la transformación total del país. El presidenciable enfatizó que ese objetivo anhelado solo será posible a través de un Estado que potencie a su pueblo con la dignidad del trabajo y con las mayores fuentes de empleo posibles.
Sin lugar a dudas, la cuestión del empleo, y más aún el “empleo digno” sigue siendo materia pendiente en nuestro país. Todo sondeo acerca de las necesidades del país registra que lo prioritario es crear fuentes de trabajo. Generalmente, este anhelo está incluso antes que el combate a la corrupción, al mejoramiento de la educación y la salud públicas, o a la necesidad de reforzar la seguridad.
El desempleo abierto sigue alcanzando hoy en nuestro país el 8%, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Y conste que el Producto Interno Bruto (PIB) ha venido aumentando en forma sostenida en los últimos tiempos. En vista de esto, los nuevos Poderes Legislativo y Ejecutivo tendrían que esforzarse en impulsar medidas que apunten no solo a elevar el crecimiento económico, sino también a reducir considerablemente la desocupación. En tal sentido, resulta imperioso alentar la capacitación laboral y flexibilizar la legislación que rige los contratos de trabajo.
Sin embargo, eso no debe significar dar rienda suelta a la explotación laboral. En muchos casos, los empleados perciben salarios que no alcanzan el mínimo, no están ingresados al sistema de seguridad previsional, no perciben pago por horas extras y trabajo en días feriados o fines de semana, sufren maltrato, acoso, etc, etc.
Son muchísimos los paraguayos que, pese a trabajar, no ingresan lo suficiente como para superar el umbral de la pobreza. Además, los salarios han mantenido una congelación en términos reales durante los últimos años. Aumentos imperceptibles en el salario mínimo de 50, 60 u 80 mil guaraníes no sirven de nada.
En definitivas, el nuevo gobierno, que asume funciones este 15 de agosto, debe tomar medidas urgentes para fortalecer al Ministerio del Trabajo, que hasta el momento no tiene titular confirmado. Pero que el o la designada para ese cargo, además de preocuparse en la generación de empleo, no se olvide de los miles y miles de paraguayos que hoy día sufren la explotación laboral en manos de “empresarios” desalmados y aprovechadores. El Código Laboral está para ser respetado y las denuncias que se hagan, deben recibir respuestas rápidas y eficientes, tanto en el plano laboral como en el Judicial, de judicializarse las denuncias, como ocurre generalmente cuando la patronal se desentiende lo que corresponde.