El gobierno de Mario Abdo sigue remando sin rumbo en materia de seguridad; la forzosa salida del exministro Arnaldo Giuzzio del Ministerio del Interior, trajo al plano a Federico González como nuevo titular de la mencionada cartera de Estado, sin embargo, éste tampoco parece tener muchas luces para lograr una efectiva política de seguridad nacional.
La semana pasada, el país se desayunó la noticia del repentino despido de Arnaldo Giuzzio del Ministerio del Interior, ordenado por el presidente de la República ante la publicación de los vínculos que tenía con un narco brasileño, preso ahora en su país. La fulminante reacción del primer mandatario hacia el cuestionado ministro fue saludada por la ciudadanía, que es la principal víctima de la falta de seguridad.
En los sectores políticos fue recibida con diferentes posturas, pues tres semanas atrás era el héroe de algunos y el villano de otros, por cuestiones de disputa partidaria en la ANR. Lo cierto es que, por esos vaivenes de la conducta humana, nadie salió a defender al Giuzzio destituido. Ni siquiera los que lo habían aplaudido en su intervención en el Congreso el 3 de febrero pasado, en que hizo graves acusaciones contra su “enemigo íntimo Horacio Cartes. Empero, la destitución de Giuzzio no era solo necesaria sino urgente por las necesidades del país. Con esta medida el Poder Ejecutivo ha hecho lo que correspondía.
Ahora el Gobierno instaló en el Ministerio del Interior a Federico González, un funcionario que ha desempeñado numerosas tareas en distintos cargos, un comodín del Ejecutivo cada vez que necesita tapar un agujero, cuya especialidad es la diplomacia y no la seguridad. Tendrá ahora la delicada misión de enmendar los errores gubernamentales en materia de seguridad y ofrecer garantías a la ciudadanía.
Una de las principales urgencias es convertir a la Policía Nacional en un instrumento apto, técnica y políticamente, para dar confianza a todo el país. Con la autoridad moral que da el respeto a las leyes y la conducta intachable de sus integrantes. Tarea que, sin duda, será ardua y complicada, que no es imposible cuando se actúa con decisión.
Combatir las prácticas deshonestas dentro de las filas policiales para disminuir y eliminar la corrupción no es imposible cuando hay voluntad y determinación, que es lo que se espera de la nueva administración. El ministro González no podrá hacer milagros, pero se va a notar enseguida cuando su trabajo se encamine a los objetivos mencionados, se impidan los actos desleales, se castiguen a los deshonestos y haya muestras claras del combate a la corrupción en las filas policiales. Está claro que una institución con proliferación de bandidos en sus filas no podrá contra la inseguridad.
El cambio de ministro en una cartera tan importante no servirá de mucho si no se hace un ajuste en la política anticriminal para poder combatir con más chances el delito y la inseguridad. Es tarea del nuevo secretario de Estado emprender ese delicado trabajo.
El combate a la criminalidad y el mejoramiento de la seguridad requieren de una gran dosis de patriotismo y capacidad de acción, cosas que se espera que las autoridades demuestren en su gestión. Si no lo hacen, serán reprobadas por inservibles. Pero si logran un progreso en la materia, habrán hecho el mayor favor a la patria y recibirán el respeto de la ciudadanía. Que será su mejor condecoración.