Personal de blanco es merecedor de todos los homenajes posibles
El director general de Vigilancia de la Salud, el Dr. Guillermo Sequera, propuso días pasados que, cuando termine la pandemia de Covid-19, considerada una guerra mundial, los restos de un personal de blanco, principalmente que sea mujer y enfermera, descansen en el Panteón de los Héroes, por ser las mayores víctimas que estuvieron al frente de la batalla.
“Quiero proponer que cuando esta guerra acabe, que espero acabe y estamos viendo la luz, quiero un personal de blanco en el Panteón de los Héroes. Probablemente, va a tener que ser mujer y es probable que será enfermera y será la primera mujer en el Panteón”, planteó. El funcionario expresó que “a diferencia de la población general, el 57% de fallecidos son mujeres dentro del personal de blanco, porque el 70% de los trabajadores son mujeres, porque el rol del cuidado en el sistema de salud descansa en el rol que tiene la mujer”. A nivel nacional son ya más de 60 las enfermeras fallecidas en cumplimiento de sus deberes contagiadas de Covid. Otras decenas pasaron por terapia intensiva luchando contra el mal.
La pandemia puso de relieve la precariedad con la que, en algunos casos, médicos, enfermeras y auxiliares del gremio han afrontado la emergencia quedando expuestos a todo tipo de situaciones extremas asociadas con el virus: desde contagios entre ellos y sus familias hasta altos niveles de estrés, cansancio extremo, estigma, discriminación, pasando incluso por repudiables episodios de violencia, como ocurrió recientemente, donde una médica incluso habría perdido su embarazo a raíz de una agresión.
Es responsabilidad legal y moral de los gobiernos asegurar las condiciones de salud, seguridad y bienestar del personal sanitario en todo momento, pero especialmente en una crisis como la actual que aún está lejos de terminar, y en el que su quehacer es imprescindible. Además de ser inmunizados, estos profesionales deberán contar con garantías laborales frente a riesgos físicos y biológicos, capacitación, respeto, una remuneración justa y oportuna, además de programas de salud ocupacional para evaluar factores de estrés y agotamiento que los afecten con el objetivo de ofrecerles atención a tiempo.
Se debe evitar a toda costa, ahora que la incidencia del virus vuelve a subir con nuevos contagios y fallecimientos, que los trabajadores sanitarios terminen siendo víctimas, otra vez, de hechos de violencia en sus sitios de trabajo, como acoso verbal, amenazas, discriminación, agresiones y ataques. Merecen protección y la sociedad debe cerrar filas en torno a sus profesionales sanitarios promoviendo la tolerancia cero ante cualquier forma de violencia contra ellos, mientras que las autoridades están en la obligación de documentar este tipo de hechos extremadamente graves.
Sin lugar a dudas, el personal sanitario merece un aplauso de pie. Si no hubiera sido por su descomunal sacrificio, millones de personas en todo el mundo hoy no estarían al lado de sus seres queridos gozando de una segunda oportunidad. Sin embargo, dejarles toda la responsabilidad en la colosal lucha contra el virus a estos profesionales –por muy competentes, comprometidos y valientes que sean– resulta irresponsable e insensato, pero sobretodo, nadie debería permitírselo. Se debe tener presente que la vacunación no es el final de la pandemia, apenas será el inicio de un largo proceso que exigirá la voluntad y el decidido empeño de todos los ciudadanos para preservar el autocuidado y evitar nuevas arremetidas del virus que sigue al acecho.
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