Vergonzosa inseguridad por la inutilidad de la Policía Nacional
Ciudad del Este nuevamente fue noticia la semana pasada, cuando un grupo comando se alzó con un millonario botín, en un atraco cometido en pleno microcentro de la capital departamental, presuntamente el “lugar más vigilado” de Alto Paraná. Al menos, cinco delincuentes fuertemente armados asaltaron a un grupo de cambistas, luego de rendir a dos policías que estaban apostados cerca del puesto de los trabajadores de divisas y despojarlos de sus armas.
Este nuevo hecho evidenció una vez más la inutilidad policial, que no es capaz de realizar operativos eficientes en el microcentro, pese a la frecuencia con la que en esa zona se cometen asaltos de todo tipo. Ni siquiera los uniformados están bien armados, ya que los policías apenas contaban con pistolas 9 mm., contra un poder de fuego infinitamente superior de los delincuentes.
Pero no son apenas los cambistas y empresas grandes que sufren la inseguridad; son muchos los casos de robos y asaltos domiciliarios, o en pequeños locales comerciales y oficinas. Incluso salir a comer a algún bar o restaurante donde hay mucha concurrencia tampoco evita la posibilidad de ser víctimas.
Las justificaciones de falta de más recursos para la policía o los discursos de que existen planes a largo plazo no son suficientes. La ciudadanía reclama soluciones urgentes, que permitan que la vida cotidiana pueda proseguir sin tantos sobresaltos. Ya es hora que el Gobierno muestre una acción más eficaz para recuperar el control ante las bandas armadas.
La corrupción que sigue imperando en ámbitos de las fuerzas policiales exige una depuración a fondo. Quizás con Arnaldo Giuzzio se ha mejorado un poco en ese sentido, ya pasaron varias semanas sin nuevo caso de corrupción policial, aunque todavía se denuncian muchos hechos de abuso de la fuerza, principalmente en tiempos de pandemia.
La aparición de la Unidad de Operaciones Tácticas Motorizadas (UOTM) –Grupo Lince– en abril de 2017, despertó ilusiones. Fue una buena idea surgida durante el Gobierno anterior, y contó con la aceptación ciudadana debido a auspiciosos resultados observados en la lucha contra la delincuencia que viene jaqueando a la población.
Hoy “los linces” prácticamente desaparecieron de las calles, lo que coincide con una mayor actividad delictiva. A las personas que transitan diariamente, la vista de estos agentes motorizados les produce confianza y sensación de seguridad, por lo que era aconsejable que los “linces” estén desplegados en las principales ciudades del país.
Otro de los graves problemas que afecta a la Policía es el alto porcentaje de funcionarios policiales que vegetan en las unidades, o que son destinados a proteger a políticos y a particulares. La seguridad de las personas es uno de los pilares de una sociedad organizada; sin esta condición, muchas otras ventajas y valores sociales quedan anulados. Ya es hora de que las autoridades dejen de lado la retórica y tomen en serio la cuestión para que los ciudadanos y las ciudadanas puedan gozar de aquello que debería serles inherente: disfrutar de sus bienes sin peligro, poder transitar sin temer por su integridad física, atender sus negocios personales con tranquilidad. Sin estas condiciones, muchos valores diariamente declamados, como la libertad, la equidad, la dignidad, etc., quedan convertidos en meras utopías.
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