La tendencia a esperar un futuro mejor a través de la política y los políticos no es nada nuevo. Las promesas de cambio abundan, sin embargo, poco parece cambiar. ¿Cuál es el problema? Plus ça change, plus c’est la même chose; Cuanto más cambia algo, más se parece a lo mismo. Esta expresión, autoría del crítico francés Jean-Baptiste Alphonse Karr, se ha aplicado a muchas cosas, pero es tal vez más relevante en lo que respecta a la política. En cada elección, ante cada cambio de liderazgo, el término cambio no se encuentra muy distante. No solo transmite la promesa de un futuro mejor y la eliminación de un pasado defectuoso o deficiente; apela al deseo de algo nuevo.
No obstante, no toma demasiado para que la promesa de un cambio político parezca menos una garantía que una estrategia confiable. Por defecto, se suele llamar al contrincante del gobernante de turno «el candidato del cambio». Conlleva a preguntarse: Si de veras un gobierno puede ofrecer un futuro mejor, ¿por qué en cada elección existe esa necesidad de procurar un cambio?
Hoy día, vemos a muchas personas involucradas y trabajando en política, con miras a las elecciones municipales de noviembre de éste año (que para muchos, será un “termómetro” para las elecciones presidenciales del 2023). Lo preocupante es que hay muchos intendentes y concejales que, en vez de concentrarse en resolver los problemas que afectan la vida cotidiana de una enorme franja de la sociedad, estos dirigentes están más preocupados en dirimir intereses partidarios en vías a posicionarse para los comicios. Se vive un anticipado revuelo electoral que no contagia a la gente y que, además, tiene como principales contendientes a dirigentes con responsabilidad de gestión ejecutiva o legislativa en los municipios.
Por ello, es posible inferir que se están priorizando intereses electorales personales antes que honrar con dedicación plena el mandato popular conseguido en las urnas, desde el cargo que cada uno ocupa. Por un lado entonces tenemos a autoridades que ya demostraron su capacidad, al ocupar cargos electivos, y que buscan el rekutu, y por el otro, a personas “nuevas”, que por primera vez están ingresando a la arena política, impulsadas mayormente por el desbloqueo de las listas sábana.
La ciudadanía debe estar alerta, tanto a quienes se presentan de nuevo, buscando ahora en estos meses de congraciarse con el pueblo, haciendo obras a diestra y siniestra, pero también hacia nuevas figuras, que pretenden ingresar a la función pública mediante cargos electivos. Hay muchos, muchísimos, que no merecen una segunda oportunidad, entre intendentes y concejales, y hay también muchos que no merecen siquiera una primera, atendiendo su historial de vida. Personas vinculadas al contrabando, la evasión de impuestos, negocios sucios de todo tipo, incluso narcotráfico o tráfico de armas, no tienen nada que hacer en el campo político, mucho menos merecen convertirse en autoridades. También gente que sólo sabe “hacer ruido” por redes sociales, denunciando cualquier cosa de manera mediática y con el fin de granjearse simpatías, son de cuidado.
Lo que necesitamos son personas transparentes, con una hoja de vida intachable, y con una preparación acorde al cargo que aspiran. El Paraguay, la ciudadanía, está cansada de la corrupción, sea del presidente, de algún ministro, intendente, gobernador o concejal. Aquí en CDE sabemos muy bien de los estragos que puede causar una administración municipal corrupta, por lo cual habrá que redoblar cuidados para no permitir que los delincuentes de siempre una vez más nos roben las esperanzas en un futuro mejor.
