Desde este fin de semana vuelven los estrictos controles de 00:00 a 05:00 AM en Alto Paraná ante la segunda ola del Coronavirus, que incluso golpea aún con más fuerza a la región que cuando empezaba la pandemia, en marzo del año pasado. La ocupación del 100% de las camas de Terapia Intensiva confirma esta lacerante realidad. Por supuesto, con esta medida no será suficiente, veremos si el Gobierno accede a la petición de una restricción a partir de las 20.00 horas hasta las 05.00 de la mañana, que podría tener un efecto mayor. También la suspensión de las clases presenciales por 15 días, sería una medida acertada, para descongestionar así nuestros hospitales.
De lo que nadie puede dudar es que todos somos culpables, todos tenemos responsabilidad en lo que está sucediendo. La gente ignoró todo tipo de cuidados y la consecuencia está a la vista. Ahora no nos queda de otra que hacernos responsables de nuestros actos y evitar más muertes por el virus. No nos quejemos porque ahora la Policía y Fiscalía saldrán a controlar en las calles y sabemos que aprovecharán para “hacer su agosto”. Con eso nos referimos a los acostumbrados “aprietes” a los ciudadanos pillados en infracción. Sabemos que ocurrirá, nada podrá evitarlo. Lo importante es estar en regla, respetar el decreto del Gobierno, para cuidarnos entre todos.
La gente pareciera olvidar que estamos ante un virus que no distingue capas sociales ni condiciones económicas. Cualquiera puede contagiar a cualquiera por la vía menos esperada. Pretender ser indiferentes o confiados ante esta situación es jugar con la vida propia y las de los demás. Aquí no hemos alcanzado ningún pico ni hemos aplanado ninguna curva. Ojalá lo hagamos pronto, pero aún falta. Por ahora, la realidad es que van más de 3 mil paraguayos fallecidos por Covid, muchísimos más internados. Pretender ser indiferentes o confiados ante la situación que se vive es jugar con la vida propia y las de los demás. Una actitud irresponsable.
El hecho de que el Gobierno haya autorizado una apertura gradual y rigurosa en términos de bioseguridad fue interpretado por muchos ciudadanos a retomar sus vidas, como “antes” de la pandemia, una actitud totalmente equivocada. Es absolutamente comprensible que con el pasar de los meses se genere ansiedad por recuperar la normalidad en nuestras vidas. Hay quienes seguramente gozan de comodidades que les permiten seguir en aislamiento y otros, no. Pero aquí la reflexión es pensar primero en la integridad física por obvias razones. Es la mejor contribución en los actuales momentos.
No es gratuito que las curvas que revelan mayores contagios coincidan a la baja cuando se ha sido estricto con la cuarentena y al alza cuando ha habido relajamiento, como sucedió en Navidad y Año Nuevo, y las vacaciones, aprovechadas por muchos para veranear en Brasil.
En sociedades más desarrolladas que la nuestra se confirma que la indisciplina social es la peor consejera. La terquedad de la población en Estados Unidos (bajo Donald Trump) y Brasil y la densidad de algunas ciudades, entre otras razones, han hecho que se dupliquen las proyecciones acerca del número de decesos.
Respetar lo que diga la evidencia científica y acatar las disposiciones de las autoridades para regularizar trabajos es la mejor garantía de cara a esa anhelada normalidad que se reclama. Pero para que ello suceda están de por medio nuestra actitud y el compromiso sincero de querer cuidarnos a toda costa.