MEC, docentes y padres deben trabajar juntos para no perder otro año lectivo
Si de algo estamos seguros en este mar de incertezas que vivimos a raíz de la pandemia del Covid-19, es que los niños y jóvenes necesitan volver a las clases presenciales. La experiencia del año 2020 fue nefasta y tuvo hondas consecuencias en la salud mental de los alumnos y en su preparación para el futuro. El Ministerio de Educación, siempre burocrático, lento y a la retaguardia en el uso de las tecnologías, no supo afrontar las clases virtuales, una modalidad a la que hubo que apelar casi cuando despuntaba marzo, apenas transcurridas unas semanas del ciclo lectivo, cuando la pandemia del coronavirus obligó a cerrar las puertas de escuelas y colegios. Enseguida se sucedieron las improvisaciones, los malos ensayos, y la carga de la educación quedó en la mayoría de los casos en manos de las familias y de sus recursos. Así se ahondó aún más la brecha: los alumnos de las instituciones educativas de gestión privada, con mayores recursos, supieron adaptarse mucho mejor, se organizaron y apelaron al uso de herramientas tecnológicas.
De ese modo lograron mantener cierto esquema que les permitió desarrollar las actividades pedagógicas y cumplir ciertas metas. Pero en miles de escuelas públicas el supuesto proceso educativo consistió simplemente en que docentes sin directivas ni apoyo enviaron a sus alumnos tareas por WhatsApp y nada más.
Un nuevo año lectivo se inicia el 2 de marzo y con él asoma una nueva oportunidad de dar vuelta la página y mirar hacia adelante. Ahora el Ministerio de Educación ofrece a las familias la posibilidad de enviar a sus hijos a clases semi presenciales ciertos días de la semana.
Los gremios de directores, docentes y alumnos que se oponen al retorno a clases presenciales con el argumento de que en las instituciones educativas del sector público no hay manera de cumplir con los protocolos sanitarios, ya que las carencias son inmensas y de larga data, tienen su cuota de razón. Es cierto: muchas de las escuelas y colegios públicos no tienen lo básico.
En esto vemos un problema grave, pero la buena noticia es que aún estamos a tiempo, ya que falta casi un mes para que se inicien las clases y existen fondos de emergencia habilitados para hacer frente a la pandemia, que bien se podrían dirigir a este fin. Da la impresión de que lo que algunos gremios docentes no quieren es complicarse la existencia. Un modo covid de asistir a clases demandará de ellos organizarse, cumplir rigurosamente protocolos y esquemas y prestar atención plena a sus funciones en el tiempo que estén en las aulas y en el recreo.
También es justo mencionar que aunque la responsabilidad principal recae sobre el Estado, los padres no deben desentenderse por completo de este proceso y pensar en las escuelas y colegios como “guarderías”, donde ubican a los chicos. Las especialísimas circunstancias que atraviesa el mundo requieren que cada uno ponga de sí, y, finalmente, lo que está en juego es la salud de sus hijos, así que más les vale que se involucren, activamente o como parte de un mecanismo de control que beneficia a todos.
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