De tanto en tanto, en nuestro país cobran inusitado protagonismo ciertas prácticas que cualquiera creía erradicadas y que más bien, por troglodita y completamente contramano a la naturaleza del hombre, se correspondería más con el paleolítico que con los tiempos modernos. La semana pasada surgió ante la opinión pública, mediante la viralización de un brutal video en el que un intento de persona adulta había encadenado un perro en el patio, a la intemperie, sin agua ni comida. La dueña luego viajó por unos días. Si bien vecinos salvaron al infortunado animal, éste no resistió y acabó muriendo.
Estas prácticas deleznables, desgraciadamente, se repiten de tanto en tanto en nuestro país. No fue el primer episodio ni será el último que incluya a ejemplares caninos. A propósito, la Municipalidad de Ciudad del Este advirtió que se notificará y multará a las personas que incurran en maltrato animal. La institución comunicó que las denuncias de maltrato a los animales deben realizarse a través de mesa de entrada de la comuna, de manera a que la división de bienestar animal de la dirección de gestión ambiental pueda realizar las intervenciones correspondientes.
La división incluso ya realizó varias notificaciones a dueños de animales domésticos que se encontraban atados a la intemperie, desprotegidos en la intensa lluvia. Las denuncias se viralizaron a través de las distintas redes sociales, por lo que los funcionarios intervinieron en los casos. La ordenanza 040/2020 estipula sanciones y multas a los dueños que incurran a maltratos que están estipulados en dicha normativa.
El caso del video viralizado, que se produjo en la zona de Santa Rita, ha generado además de la lógica indignación ciudadana el debate sobre dos aspectos en los cuales hay que trabajar en el futuro inmediato: concienciación y normativa para castigar estos salvajes hechos.
Sobre el primer aspecto, es indudable que habrá una mayor conciencia sobre el trato –el buen trato– que debe existir hacia otras especies y otros seres vivos que cohabitan la Tierra en la medida que crezca el debate sobre este tipo de brutalidades y se divulguen los derechos de los animales (mucha gente desconoce que en el año 1978 se estipuló una Declaración Universal de los Animales, que es apenas una mera declaración de intenciones, y que no tiene vinculaciones legales reales, sino morales).
Sobre este último aspecto, la legislación cobra énfasis mayúsculo debido que las conductas tan bárbaras e irracionales como la de la santarriteña que dejó morir a su perro de hambre y sed, no pueden limitarse a penas pecuniarias. La ley debe ser implacable con esta clase de delitos y aplicar sanciones duras y ejemplificadoras, que a su vez tengan el objetivo ulterior de persuadir a futuros episodios de crueldad no se repitan.
En varios puntos podríamos coincidir con aquel recordado dirigente, pacifista y artífice de la independencia india de la corona británica, Mahatma Gandhi, aquel hombre sencillo y extraordinario a la vez que dejó numerosas enseñanzas sobre la no violencia y sobre el pacifismo y el respeto ante todas las demás especies.
Una frase que encierra su profundo pensamiento solo despierta unanimidad. “La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la manera en que trata a sus animales”, enseñaba aquel hombre una gran verdad; una verdad que muy a pesar nuestro nos reprueba como sociedad en su relación con las demás especies.