Corrupción judicial-policial traba lucha al narcotráfico
En nuestro país, el narcotráfico no opera solo; cuenta con la “ayuda y colaboración” de agentes policiales, agentes antinarcóticos e incluso fiscales y jueces corruptos. Trascendió en estos días que agentes de la subcomisaría 3ª del barrio Santa Ana de CDE habrían ayudado al presunto narcotraficante Felipe Santiago Prieto a escapar del hospital para evitar ir a la cárcel. Según fuentes, los policías de la referida dependencia recibieron una fuerte suma de dinero para permitir la fuga del presunto narco. En otro episodio reciente, tres juezas fueron suspendidas por la Corte Suprema de Justicia, debido a su actuación poco decorosa en el juzgamiento de dos narcotraficantes peruanos, quienes al final acabaron libres.
Y estos no son casos aislados, sino se registran de manera permanente en nuestro país, no apenas en Ciudad del Este o el Alto Paraná. Lastimosamente el sistema judicial país es venal, corrupto y prostituido. Está al servicio del mejor postor, de hecho muchos jueces se friccionan las manos cuando de por medio está un acusado por narcotráfico porque eso es sinónimo de “acuerdos en dólares”, sin importarles que están favoreciendo a criminales que reparten dinero manchado con sangre, ya que proviene del crimen organizado.
Es impresionante y repugnante la conducta de los mal llamados jueces, que sin titubear liberan a los mafiosos cuando existen fuertes “incentivos” a cambio de impunidad. Son jueces como Carmen Barrios, Haydée Barboza y Mónica Rivas los que prostituyen y corrompen la justicia paraguaya, esa justicia que castiga a los que roban gallinas y ampara a los hampones y manguruyuses, toda vez que estén dispuestos a pagar el precio que exigen los mal llamados “representantes de la justicia”.
En nuestro país, son muy pocos los narcotraficantes condenados o más de un año en prisión. Los pocos detenidos fueron liberados en corto tiempo, sin importar las pruebas en contra, sino los dólares generados por el narcotráfico con los que fácilmente borran o hacen desaparecer huellas que los incriminen. Gracias a esta justicia prostituida que impera en nuestro país, los traficantes brasileños pululan en nuestras fronteras y nunca son capturados. En un abrir y cerrar de ojos consiguen documentaciones paraguayas auténticas de contenido falso y se convierten en prósperos ganaderos y respetados señores empresarios. Es un sistema que también enriquece a fiscales y jueces inescrupulosos, que sin sonrojarse emiten medidas favorables a los facinerosos con frondosos antecedentes criminales en su país de origen.
Lastimosamente, la justicia tiene su precio y los delincuentes gustosos lo pagan. Así obtienen impunidad y complicidad para seguir traficando ilícitamente, amenazando y matando a todos quienes apeligren sus intereses. A pesar de este nefasto “sistema”, la población honesta no pierde la esperanza de que el sistema judicial se reconstruya para que haya una justicia ciega, pronta y barata, que castigue y condene a los peces gordos.
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